Son casi tres meses de creciente e intensa movilización de los estudiantes de educación secundaria y universitaria en Chile. Son decenas de semanas en que el pueblo chileno no sólo alienta a los movilizados sino también se incorpora a las luchas de los mismos a través de múltiples formas como apoyar materialmente las “tomas” de más de 500 Colegios y proporcionar vituallas y auxilio a los levantados. También las masas se suman continuamente a las marchas, cacerolazos, propaganda de concientización y denuncia, bloqueos a través de barricadas, huelgas de hambre estudiantiles por casi 20 días, etc. En suma se tiene un país convulsionado y la única respuesta del gobierno reaccionario es la feroz represión –son miles de detenidos hasta la fecha- combinada con campañas de desprestigio contra el movimiento estudiantil y apostar al desgaste del mismo no planteando soluciones que demandan los movilizados. Los mal llamados medios de comunicación reaccionarios también hacen lo suyo en desmedro de la justa protesta popular. ¿Quién lo diría, el país que es proclamado por sus gobiernos de turno y sus grupos de poder económico como la “Suiza suramericana” se debate en mayor crisis y es incapaz de ofrecer a sus ciudadanos un derecho demo-burgués como es la educación pública y gratuita?
Mientras a nivel planetario vivimos el descalabro del sistema capitalista y su fase terminal el imperialismo, mediante la nueva crisis económica; en Chile se vive el “crecimiento económico sostenido” pero que reproduce los niveles más altos de desigualdad mundial en lo que hace a la redistribución de la riqueza social. Así, el capitalismo en Chile y su neoliberalismo -iniciado, impulsado y desarrollado por el genocida Augusto Pinochet y demás vendepatrias- no logró resolver sus problemas fundamentales sino más bien, en casi cuarenta años de existencia, los agravó. Ciertamente existen importantes avances en lo que se refiere a la “modernidad” pero ¿para qué y para quiénes? Hoy por hoy en el país se desenvuelve una economía dependiente del imperialismo principalmente Yanqui y como tal ajena a los intereses de la nación y el pueblo. Siendo así la realidad no existe tal mentado “desarrollo” y “auge económico” en tanto en plenos albores de la segunda década del tercer milenio la economía sigue sustentándose en los sectores primarios y terciarios, es decir en la extracción de recursos naturales (minerales como el cobre) y en la prestación de servicios respectivamente, aunque ésta última, en manos mayoritariamente del capital privado transnacional que hacen de los servicios los más costosos de América del Sur. Así, el saqueo prosigue y es descomunal, principalmente en minería.
En una nación oprimida, como lo es irrebatiblemente también Chile, la explotación y la opresión no sólo resultan indignantes sino devienen en ultrajes para las masas trabajadoras más aún cuando se nos pretende hacer creer que somos “prósperos” y “desarrollados”.
Considerando el último incremento del salario mínimo señalamos que si bien éste supera los 350 dólares estadounidense, también habría que destacar, en rigor a la realidad, que sólo en conceptos de agua, luz, gas, transporte y alimentación se consume casi esos ingresos haciendo que otros miembros de la familia obligatoriamente participen en la sobrevivencia para satisfacer las necesidades primarias y secundarias. A eso hay que agregar que la mafia genocida de Pinochet y compañía conculcó derechos demoburgueses fundamentales al pueblo como salud, educación, trabajo digno, etc. Todos estos derechos inalienables fueron convertidos en valores de cambio al devenir en productos o bienes de consumo sujetos a la mercantilización. En la lógica neoliberal todo es comerciable mientras la oferta y la demanda se encargan de regular el mercado. El Estado simplemente pasa a ser un mero fiscalizador y administrador y sus poderes, especialmente el judicial, policial y militar, son los llamados a defender y sostener el viejo e injusto orden económico y social; toda esta lógica es la que sigue prevaleciendo en el país. Por supuesto que el reformismo y populismo han puesto también sus “esfuerzos” para consolidar el statu quo, o sea reproducir las relaciones sociales de explotación y opresión y con ello administrar las injusticias inherentes al sistema. Esto es de singular importancia plantearlo porque la llamada “izquierda chilena” reciclada en la nefasta “CONCERTACIÓN”, en 20 años de gobierno, mostró su esencia reaccionaria consistente en tomar posición por el oprobioso orden vigente y sólo introduciendo medidas paliativas como el asistencialismo y ciertas vergonzosas reformas. Fueron incapaces de trabajar, incluso, una necesaria reivindicación burguesa como es la Asamblea Constituyente que fructifique una nueva Constitución Política para democratizar necesarios espacios en función de la sociedad chilena en su conjunto, pero especialmente a favor del pueblo que aún sufre estoicamente los embates neoliberales. Esto es lo que, en suma, caracteriza a nuestra realidad. Como tal sigue intensificándose la monstruosa violación de los derechos del pueblo en el marco del mayor sometimiento imperialista. Convertir a la salud y educación en lucrativas empresas es clara manifestación de la misma, pues ambas devinieron en privilegio más no en derechos ciudadanos. Eso explica precisamente el por qué de los combates y resistencias de las masas por reconquistas esos derechos. Al igual que ayer los derechos se conquistan y defienden más no se mendigan. Eso lo entienden muy bien las masas, el pueblo, la clase obrera y también los gobiernos lacayos que desatan olas represivas como las de ahora valiéndose, cuándo no, de sus genocidas aparatos represivos. El pueblo en general y los estudiantes en particular, plantean la necesidad de hacer de la educación un derecho humano fundamental y para aquello es menester exigir una Asamblea Constituyente y una nueva Constitución Política. He ahí lo central en tanto las bases jurídico-legales deben ser emanadas de esa carta magna demoburguesa. Esto lo subrayamos para no sembrar otras ilusiones.
La crisis de la educación, ante todo, es un problema económico, social y político. No concebirlo así nos lleva a abordar el problema incorrectamente, por tanto no esbozarlo adecuadamente y menos plantear alternativas apropiadas para su comprensión y, en perspectiva, su solución. El problema educativo es político en tanto “expresión concentrada de la economía” tal como lo manifestaba Lenin. Entonces, necesariamente su análisis pasa por la estructura para luego atravesar la superestructura de la sociedad. En ese horizonte no corresponde plantear que el problema educativo se reduce a la “calidad” y “excelencia”, como pretenden hacernos creer los gobernantes de turno y sus incondicionales colaboradores de toda laya, puesto que resulta arbitrario e inconsistente. Es un enfoque unilateral cuando debe ser multilateral, es ver el árbol y no así el bosque, en suma es priorizar la apariencia más no la esencia nutrida de contradicciones internas. En el fondo procuran desviar la problemática de la educación. Quieren hacer prevalecer esos aspectos cuando el problema es la plena accesibilidad a la educación, es decir que el Estado se haga cargo de la educación y la viabilice gratuitamente tal como se hace en muchos países suramericanos, muy a pesar que muchos de ellos no presentan la “prosperidad” y “desarrollo” de Chile. Siendo así la cuestión, nos preguntamos: ¿De qué educación hablan? ¿A qué calidad y excelencia se refieren? Cómo puede hablarse de calidad y excelencia cuando la denominada “educación burguesa” que se viabiliza en el país está en profunda crisis desde sus pilares que la sustentan pasando por los mecanismos que la desenvuelve y arribando a sus frutos que poco o nada hacen por la formación holística de la personalidad del estudiante. Asimismo, debemos agregar que nuestra educación en crisis refleja en su currícula “valores” y fines inherentes al decadente sistema capitalista que se expresa como globalización y neoliberalismo. No son vanos el exacerbado individualismo, egoísmo, arribismo, indiferencia e insensibilidad que caracteriza a buena parte de nuestra población. No soslayemos que el sistema capitalista en la faz de la tierra está en franco hundimiento, agonía y marcha inexorablemente a ser destruido revolucionariamente. En consecuencia, consideremos no sólo lo que sucede en el país sino también analicemos lo que hoy sucede en el planeta. No somos una isla, hay mundialización del capital, socialización de la producción y con ello entrelazamiento entre naciones y clases sociales, por lo que las secuelas producidas por las crisis y las reacciones populares también se gestarán en nuestros países, tal como acontece hoy.
Si la economía hace “aguas”, en tanto estructura o base de la sociedad, es lógico que su superestructura –la educación es parte de la misma- reproduzca aquello. Eso precisamente también acontece en Chile. Y la situación se agrava cuando la llamada educación o instrucción de habilidades y destrezas es convertida en privilegio, ya que en general es inaccesible para los hijos de las masas populares ¿Por qué? En un país en que las masas perciben en promedio entre 200 a 600 dólares, de las que deben cancelar mensualmente como mínimo 500 dólares por concepto de estudios universitarios de un solo hijo/a. Esa es la inobjetable realidad. De ahí que muchos de los estudiantes hipotecan su futuro y el de sus familias para hacerse de una profesión. Ni que hablar de los negociados que existen detrás de los préstamos bancarios. La usura y la coerción van de la mano. Asimismo, debemos precisar que en rigor científico y democrático no existe una plena educación, puesto que la que impera en el país, en todos los niveles, no contribuye realmente a la formación integral de la personalidad de los estudiantes sino más bien los “prepara” eficaz y eficientemente para ser dóciles y funcionales al sistema, es decir en parte del engranaje de la fabulosa maquinaria de deshumanización, explotación y opresión. Más que profesionales comprometidos con su país y pueblo se “forma” tecnócratas reproductores del orden existente. En todo esto hay que estar sumamente claros. Pese a esta realidad el movimiento estudiantil se ha levantado y remueve el orden. Ha despertado muchas expectativas y solidaridad nacional e internacional. Sin duda que contribuirá y muchísimo a que la lucha de clases (económica-tradeunionista; ideológica-concepciones del mundo opuestas y política-devenir en clase para sí en aras de subvertir el viejo orden) se desenvuelva y con ella se perfile la creciente protesta popular –ya existen muchos sectores movilizados como conductores de TranSantiago, trabajadores de la Corporación del Cobre, mineros, profesores, micro transportistas, etc.-, así como en ese fragor se vayan forjando los futuros luchadores sociales cuya misión fundamental es asumir una ideología científica y transformadora con la que forjen una vanguardia comunista de nuevo tipo y mancomunen fuerzas para trabajar ardorosamente por la destrucción de la vieja sociedad capitalista y simultáneamente la construcción de la nueva sociedad socialista como antesala de la sociedad comunista. ¡Eso corresponde hacer! Las luchas democrático-burguesas que cumplan su papel en el horizonte de la emancipación del proletariado, clase dirigente y última de la historia como parte de nuestros heroicos pueblos.
También merece destacarse que la nefasta Municipalización de le Educación, en tanto engendro imperialista, fue un factor decisivo en la privatización de le educación secundaria y en perspectiva de la universitaria. Esto, entre otras cuestiones, debilitó enormemente la organización gremial de los profesores. A esto agregar que la dictadura proimperialista y antipopular destruyó a sangre y fuego el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación (SUTE) para reemplazarla por su también engendro el Colegio de Profesores de Chile (CPCH). Así como debe lucharse por una educación pública y gratuita debe también hacerse lo propio por reconstituir el SUTE para hacer del gremio docente un poderoso instrumento al servicio de la nueva educación la que será fruto únicamente de la nueva sociedad.
Como decía un poeta comunista: ¡Hay hermanos muchísimo que hacer!